SURGIMIENTO DE ROMA
Roma comenzó siendo un pequeño pueblo agricultor de la Península Itálica. De ese pueblo surgiría uno de los imperios más colosales de la historia de la humanidad. Roma se fundó en el 753 a. C. a orillas del Río Tíber por Rómulo y Remo , personajes legendarios hijos de Rea Silvia y el dios Marte; estos, de niños, fueron abandonados a orillas de río Tíber. Donde fueron amamantados por una loba llamada Luperca (loba capitolina, símbolo de Roma) y luego criados por unos pastores que los tomaron como hijos propios.
En el mismo lugar donde fueron amamantados por la loba, fundaron una ciudad. Rómulo mas tarde mató a su hermano Remo por una disputa por el coste de la entrada a la ciudad, la que fue entonces llamada Roma (ciudad de Rómulo).
Lo que en verdad se sabe es que Roma fue fundada en forma progresiva por la instalación de tribus latinas en el área de las tradicionales siete colinas, mediante la creación de pequeñas aldeas en sus cimas, que terminaron por fusionarse (siglo IX y VIII a.C).
GEOGRAFÍA DE ROMA
La civilización romana se ubico en la península Itálica y su centro originario fue la región de Lacio, a orillas del río Tíber, La urbe esta rodeada por siete colinas , siendo las mas importantes del Palatino y el Capitolino.
Sur: Mar Mediterráneo
Sureste: Mar Jónico
Este: Mar Adriático
Oeste: Mar Tirreno, destacando las Islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia.
Gobierno y Sociedad
En los inicios Roma fue una monarquía gobernada por reyes . Los reyes, con exclusión del legendario Romulo que ocupo el cargos en virtud de ser el fundador de la ciudad, fueron elegidos por el pueblo de Roma para servir de por vida, sin que ninguno de los reyes usara la fuerza militar para conseguir el trono, en consecuencia los historiadores antiguos afirman que el rey era elegido por sus virtudes y no por su descendencia.
La comunidad estaba formada por un conjunto de familias, cada una de las cuales vivía en su propia casa. Además, distintas familias formaban grupos llamados gens. Las personas que formaban cada gens no estaban unidas por lazos de parentesco sanguíneo, sino por un vínculo cultural: reconocían un antepasado común al que le rendían culto. Estas familias poderosas formaban un grupo diferente del resto de la sociedad: los patricios (del vocablo latín patres, que designaba al miembro fundador de una gens). Los patricios controlaban las mejores tierras y consideraban que tenían derechos otorgados por el nacimiento. Durante los primeros siglos de la historia de Roma formaron un grupo cerrado y poderoso que controló las instituciones de gobierno.
A medida que la ciudad fue creciendo, la mayoría de los habitantes quedó excluida del grupo de los patricios. A las gens pertenecían otras personas o grupos de origen extranjero: los clientes. Estos estaban sometidos al poder y a la protección del jefe familiar, a quien le debían trabajo y obediencia. Fuera de las gens existía un amplio grupo de personas, los plebeyos, a los que se llamaba multitud porque eran muy numerosos. Los plebeyos se encontraban en un plano de inferioridad política y económica frente a los patricios. Entre la plebe también existían diferencias: los artesanos y los comerciantes estaban en mejor situación que los campesinos.
En el siglo VI a.C., las familias más poderosas se rebelaron y cambiaron la forma de gobierno: la monarquía fue sustituida por la República, gobernada por dos cónsules y un Senado integrado por patricios. Los plebeyos debieron luchar por la participación política, la igualdad de derechos y la obtención de tierras. Después de sucesivos conflictos, lograron acceder al cargo de cónsul y obtuvieron la creación del cargo de tribuno de la plebe, que era elegido anualmente por una asamblea de plebeyos.
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Recién en el siglo III a.C., la lucha entre patricios y plebeyos había terminado. Por entonces, Roma se había convertido en la dueña de toda Italia y comenzó su expansión territorial fuera de la península. Esta expansión, que no se detuvo hasta el siglo III d.C., transformó la sociedad romana.
Origen del conflicto
En el siglo VI a.C., las familias más poderosas se rebelaron y cambiaron la forma de gobierno: la monarquía fue sustituida por la República, gobernada por dos cónsules y un Senado integrado por patricios. Los plebeyos debieron luchar por la participación política, la igualdad de derechos y la obtención de tierras. Después de sucesivos conflictos, lograron acceder al cargo de cónsul y obtuvieron la creación del cargo de tribuno de la plebe, que era elegido anualmente por una asamblea de plebeyos.
Recién en el siglo III a.C., la lucha entre patricios y plebeyos había terminado. Por entonces, Roma se había convertido en la dueña de toda Italia y comenzó su expansión territorial fuera de la península. Esta expansión, que no se detuvo hasta el siglo III d.C., transformó la sociedad romana.
Guerras Púnicas
La Primera Guerra Púnica tiene un fuerte componente de guerra naval, donde los cartagineses llevaron inicialmente la ventaja, por su mayor experiencia. |
Origen del conflicto
Cuando, el año 272 a.C., la colonia griega de Tarento, en el Sur de Italia, cayó en manos de los romanos, Roma dominaba ya toda la península y se había convertido en uno de los estados más poderosos de su entorno. Era sólo cuestión de tiempo que su camino se cruzara con el de la otra gran potencia del Mediterráneo occidental: Cartago.
La ciudad de Cartago, en la costa norte de la actual Túnez, había sido fundada el siglo IX a.C. por marineros fenicios, que construyeron este enorme puerto en el centro de las rutas comerciales que surcaban el Mediterráneo. Además de su estratégica posición para el comercio, Cartago estaba rodeada de tierras fértiles, y muy pronto, los cartagineses (que también recibían el nombre de púnicos), extendieron su dominio hasta Sicilia. Allí tomaron contacto con los romanos, que se encontraban en plena expansión, y las dos potencias comenzaron a vigilarse con recelo.
Sicilia, rica en cereales, estaba poblada por prósperas colonias griegas, muchas de las cuales estaban dominadas por los cartagineses. Sin embargo, una de ellas,Mesina, situada en el estrecho entre Italia y la isla, decidió llamar en su auxilio a los romanos para que expulsaran a la guarnición cartaginesa que controlaba la ciudad. Cuando los mensajeros de Mesina llegaron al Senado se produjo una larga deliberación. Todos eran conscientes de que enviar ayuda militar a la ciudad desencadenaría un terrible enfrentamiento con Cartago, cuyas últimas consecuencias eran imprevisibles.
Al final, los romanos decidieron enviar a sus soldados. Era el año 264 a.C. y daba comienzo así la primera de las Guerras Púnicas, tres terribles enfrentamientos entre romanos y cartagineses que decidirían el destino de Occidente.
Primera Guerra Púnica
Roma –que poseía sólo una pequeña flota- apenas tenía experiencia en batallas navales. Así que, al principio, los cartagineses destruían con facilidad las naves que enviaban los romanos, mal dirigidas por sus inexpertos almirantes.
Pero cada derrota enseñaba a los romanos algo nuevo. Al final, se percataron de que su infantería era superior a la cartaginesa, y decidieron aprovechar esa ventaja. Para ello, diseñaron unas pasarelas de madera terminadas en garfios, con las que los legionarios podían cruzar hasta las naves enemigas. Los cartagineses sabían manejar mejor sus trirremes, pero sus marineros no estaban preparados para combatir cuerpo a cuerpo, y terminaron siendo derrotados.
Después de veinte largos años de guerra, en el año 241 a.C., los romanos se convirtieron en los únicos dueños de Sicilia, que pasó a ser la primera provincia romana.
Segunda Guerra Púnica
La Tercera Guerra Púnica
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.
Fin del Imperio Romano de Occidente
Aníbal atravesando los Alpes con su ejército |
Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago se vio obligada a pagar a Roma indemnizaciones de guerra millonarias. Para hacer frente a los pagos, llevó a cabo una nueva expansión ultramarina por las ricas tierras de la Península Ibérica, repletas de fértiles valles y ciudades populosas.
Los ejércitos cartagineses, al mando de Amílcar Barca, ocuparon el sur de Hispania, pero Amílcar fue asesinado por un indígena, y el control de las tropas pasó a manos de su hijo Aníbal, que apenas contaba 22 años.
Roma había pactado con los cartagineses una frontera en el río Ebro. Pero al sur del Ebro, en zona cartaginesa, se encontraba la ciudad de Sagunto, que había suscrito una alianza con Roma para defenderse de los púnicos. En su afán por conquistar toda la zona asignada, Aníbal puso cerco a Sagunto, y la ciudad pidió ayuda a sus aliados romanos. Corría el año 218 cuando Roma declaró la guerra a Cartago. Comenzaba la Segunda Guerra Púnica, que iba a decidir la Historia de Occidente.
El comienzo de la guerra
Los romanos pensaron que el enfrentamiento tendría lugar en la Península Ibérica. Pero Aníbal, que aunaba una extraordinaria capacidad táctica con una visión estratégica de largo alcance, diseñó un plan más ambicioso para el sometimiento de Roma.
Mientras el Senado romano enviaba todos sus efectivos a Hispania, Aníbal dejó a su hermano Asdrúbal al frente de las tropas de la Península, y lanzó a su ejército a una increíble travesía cruzando los Pirineos y los Alpes, para atacar Roma por el Norte.
Nadie podía esperar que un ejército entero se atreviera a cruzar los terribles pasos de alta montaña en invierno, por sendas nunca antes transitadas. La hazaña le costó a Aníbal la pérdida de un ojo y la muerte de la mayoría de los elefantes, pero las desprevenidas legiones romanas fueron derrotadas por tres veces en el norte de Italia, en las batallas de Tesino, Trebia y Trasimeno. Y así, en la primavera del año siguiente, ningún ejército se interponía ya entre Aníbal y Roma.
La Tercera Guerra Púnica
Al final, Escipión Emiliano, descendiente del gran general que había salvado a Roma en los tiempos de Aníbal, condujo la última Guerra Púnica, en el año 147 a.C., 55 años después de la derrota de Aníbal.
Fue necesario inventar una excusa para declarar la guerra, y los cartagineses, desesperados, no presentaron demasiada resistencia. Pero eso no les libró de uno de los más terribles castigos que haya sufrido jamás una ciudad. Los romanos saquearon, quemaron y arrasaron Cartago hasta los cimientos.
Y cuando la ciudad había desaparecido, convertida en un montón de ruinas humeantes, los romanos pasaron el arado, sembraron con sal, y maldijeron esa tierra para siempre, de modo que nadie volvió a habitar jamás la ciudad que un día había sido la más poderosa del Mediterráneo.
Roma había exorcizado al más terrible de sus demonios y era dueña absoluta de toda la cuenca occidental del Mediterráneo.
Expansión del Imperio Romano
La expansión y el poderío del Imperio Romano.
Entre los siglos IV y II a.C., Roma se adueñó definitivamente de la actual Italia y comenzó su expansión territorial fuera de la península. Esa expansión no se detuvo hasta el siglo III d.C. Los ejércitos imperiales, llamados legiones, contribuyeron al sometimiento de los pueblos que conquistaron. Para gobernar tan vastas regiones se organizó un Imperio, dividido en unidades administrativas llamadas provincias.
Arquitectura del Imperio Romano
Arquitectura del Imperio Romano:
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.
En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo, estatuas ecuestres y placas conmemorativas que solían hacer siempre referencia al emperador reinante y sus gloriosas victorias conseguidas en pos de la salvaguarda de la pax romana de la que gozaban inconscientes los ciudadanos de la urbe. Era un motivo que se recordaba constantemente para dar sentido a la recaudación imperial, sin dinero no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que quedaría patente a finales del bajo imperio.
Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe normalmente de unos tres o cuatro pisos aunque en Roma o en otras ciudades de gran densidad se llegaban a construir verdaderos rascacielos cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica y de dinero, patricios de buena familia o ricos comerciantes plebeyos que habían hecho fortuna se alojaban en casa de una sola planta con patio interior (impluvium) recubierto de mosaicos llamadas domus.
Fin del Imperio Romano de Occidente
Finalmente, el año 475 llegó al trono Rómulo Augústulo. Su pomposo nombre hacía referencia a Rómulo, el fundador de Roma, y a Augusto, el fundador del Imperio. Y sin embargo, nada había en el joven emperador que recordara a estos grandes hombres. Rómulo Augústulo fue un personaje insignificante, que aparece mencionado en todos los libros de Historia gracias al dudoso honor de ser el último emperador del Imperio Romano de Occidente. En efecto, sólo un año después de su acceso al trono fue depuesto por el general bárbaro Odoacro, que declaró vacante el trono de los antiguos césares.
Así, casi sin hacer ruido, cayó el Imperio Romano de Occidente, devorado por los bárbaros. El de Oriente sobreviviría durante mil años más, hasta que los turcos, el año 1453, derrocaron al último emperador bizantino. Con él terminaba el bimilenario dominio de los descendientes de Rómulo.
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